martes, 7 de octubre de 2008

HISTORIA DE POPAYAN


POPAYAN es ciudad de grandes hechizos, belleza, conflictos y adversidades. Todas las estancias de su historia y el carácter de sus habitantes llevan este sino. Lo confirman su pasado poder económico, cultural y político y la magnificencia de sus expresiones religiosas, alternos a la apertura de los caminos que impulsaron, desplazaron y, aún, aplacaron la opulencia y la belleza esplendorosa de su comarca; las cicatrices de su hermosa arquitectura; las conmociones políticas en que se comprometieron sus guerreros y las físicas surgidas de su propio suelo, que van de la armonía apacible de sus campiñas a la versatilidad torrrentosa de sus estaciones; la convergencia triétnica coincidente con el encuentro de las corrientes precolombinas que poblaron el continente: la quechua, unida a las caravanas de conquistadores españoles que entraron a la meseta por el sur y la que provino del norte, la del Caribe, que remontó el río Magdalena, tardíamente atraída por la ferocidad y el embrujo de la comarca.
Los aborígenes que enfrentaron a finales de 1535 a Juan de Ampudia y Pedro de Añasco, los primeros conquistadores españoles que llegaron por orden de Belalcázar a la región eran seminómadas desnudos y cazadores en tránsito a la agricultura del maíz, refugiados en cuevas y bohíos o árboles coposos acondicionados, venidos de Tierradentro, el país de la "nenga" o de la sal, pintarrajeados y con penachos de plumas en la frente amarrados con bejuco. Huyeron los aborígenes hacia el norte, señalando el sendero que los condujo a un río caudaloso de aquas turbulentas y ácidas, de olor sulfuroso, que bajaba de la cordillera y corría por el valle hacia el norte bautizado por los indios yanaconas que traían de Quito los españoles, con el nombre quechua "Cauca" (maíz fermentado). Estos mismos españoles, antes de proseguir su viaje hacia el norte, levantaron en las inmediaciones un campamento que denominaron Villa de Ampudia.
Guiado por la cruz que sus lugartenientes plantaron en la cima del cerro más alto de la región -como lo tenían convenido desde Quito- Ilegó el Capitán Sebastián de Belalcázar, quien venía de librar en Quazábara batalla a una confederación de unos cuatro mil aborígenes. En este Iugar permaneció corto tiempo recuperándose y planeando una expedición hacia el occidente a cargo de Juan de Ladrilleros, quien trataría de buscar una salida al mar del sur, por donde había venido al Perú con don Francisco Pizarro. Por la cordillera que se levantaba hacia el oriente, encomendada a Francisco García de Tobar, dio la orden de buscar una ruta que condujera por tierra al Mar Caribe y que le permitiera regresar a España para solicitar al Rey el derecho de gobernar las regiones que estaba descubriendo.
Belalcázar siguió el cauce del río Cauca y en abril de 1536 dío alcance en Jamundí, a la expedición de Juan de Ampudia y, unidas las fuerzas, siguieron al norte a lo largo del fértil valle por el gran río. En el lugar de la hoy ciudad dc Anserma, recibió un mensaje de Gaspar de Espinosa: el conquistador don Francisco Pizarro sospechando de las intenciones separatístas de Belalcázar, lo había depuesto del cargo de Gobernador de Quito. Sin vacilar, Belalcázar emprendió el regreso por Cartago, en Jamundí dejó una partida al mando del Teniente Miguel Muñoz con la orden de fundar la ciudad de Cali y llegó a la Villa de Ampudia en diciembre de 1536, donde encontró de regreso a sus comisionados. El Capitán Juan de Ladrilleros lo recibió con un informe negativo, al tiempo que Francisco García de Tobar le habló de los Coconucos y Paletará (nombres quechuas), de un río grande que corría por la otra vertiente de la cordillera hacia el norte y de una cultura abandonada de ídolos de piedra, perdida en el piedemonte de una tercera cordillera, que llamó San Agustín.
Intuyendo que esta era la ruta anhelada para cumplir sus planes, Belalcázar ordenó a su lugarteniente Juan de Ampudia, quedarse para trasladar la villa de su nombre al pie del cerro de la cruz, lugar éste recostado en la cordillera y equidistante del valle del río Cauca, de los mares del Sur, del Caribe y del reino del Perú, para fundar una ciudad que se llamara Popayán y para que esta fuera la sede de sus dominios, si su Majestad el Rey se los otorgaba. El nombre fue asumido del jefe o cacique de la región, Pioyá, pronunciado Payán por los intérpretes Yucatecos que los conquistadores traían con ellos, al que estos agregaron la voz maya -quiche- "Pop" o gran señor, para indicar su jerarquía.
Quince días después de su ausencia, el 13 de enero de 1537, don Juan de Ampudia cumplió oficialmente la orden de fundar a Popayán, dejándola consagrada a Nuestra Señora del Reposo, como se lo tenía ordenado.


Está situada a una altura de 1.737 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura promedio de 19 grados C. Es una de las ciudades más tradicionales de Colombia.
Ciudad ùnica por su estructura urbana y por su entorno eglógico. Esta bella ciudad ha dado a
Colombia y al mundo sabios como Francisco José de Caldas: Jurisconsulto de América, como Camilo Torres y Tenorio, poetas ecuménicos como Guillermo Valencia, escultores universales como Edgar Negret, juristas, hombres de estado, pintores, matemáticos, Oficiales Generales y de Insignia, Mitrados que le hicieron honor a la Iglesia Mundial de Roma, y 13 presidentes de la Republica de Colombia en 17 periodos.Tiene un pueblo valeroso y constante que no se arredra ante la contienda o ante la adversa fortuna, y lucha denidadametne por superar su propio destino.
De generación en generación "ama el reflejo de las joyas, y de los estoques, el esplendor de los espejos, la susurrante fragilidad de los abanicos, la tibia molicie de la seda, todas las apariencias del lujo, todas las languideces de la gracia, todas las exigencias de la heráldica, por eso se dan artesanos con brotes aristocráticos y campesinos con alma versallesca. Es la universidad de Popayán", que ahora, acompasada del ritmo de nuestro tiempo, vive de la educación y la cultura a través de Colegios y Universidades de proyección nacional, porque en el siglo XXI, es la Ciudad del Conocimiento.


BREVE RESEÑA HISTORICA


La ciudad de Popayán (del maya Pop, o gran señor y Payán, nombre del Cacique de la región) fué fundada en 1587 por Juan de Ampudia según instrucciones de don Sebastián de Belalcázar cuyo propòsito era el de fundar una ciudad en el lugar equidistante del Valle del
Río Cauca, de los mares del Sur, del Caribe y del reino del Perù, que fuera la sede de sus dominios.
Los primeros años de la ciudad se caracterizan como los de las otras ciudades de la regiòn por el constante asedio por parte de los indígenas nativos que intentaban recuperar su territorio. Sin embargo, en la medida en que otros conquistadores y otras tropas iban llegando a la ciudad, los indígenas se iban viendo cada vez más desplazados, hasta que a finales del siglo XVII se entró en una etapa llamada de ¨pacificación¨.
Quizás el sino fatal que ha pesado con más fuerza en la historia de la ciudad ha sido el de los terremotos. En efecto, en 1564 se registra el primer sismo que conmovió la región y destrozó todo aquello que se había construido hasta entonces, con excepción del Templo de La Ermita. Luego de esta primera catástrofe natural, se registra un importante impulso: aparecen los primeros conventos, se reconstruye la catedral con teja y ladrillo, al tiempo que se descubren los primeros yacimientos minerales que serán la base de la economía de la región.
Con la llegada de los encomenderos y sus indios de repartimiento se comenzaron a explotar las minas de Almaguer, Guachicono, Puracé, Caloto, Timbiquí y Chocó. Es por entonces cuando, ante la insuficiencia de la mano de obra, en 1592, don Francisco Auncibay solicita a la Corona la importación de esclavos aptos para soportar los climas que los indígenas no toleraban; si bien la corte real prohibía la esclavitud en América, los traficantes de esclavos europeos no tardaron en llegar con inmensos cargamentos de negros del Africa.
Popayán se convirtió por entonces en sede del comercio del oro de la región. En ella se establecieron las Arcas Reales para tasarlo y en 1626 se construyó el camino de Guanacas con el fín de evitar los asaltos que sucedían a lo largo de los caminos prehispánicos. A partir de entonces la ciudad se afianzó no solamente como sede
política colonial de la gobernación sino como centro mercantil de comercio exterior, abastecedor de productos para el valle del Cauca, Chocó, Pasto y Quito inclusive.
En 1736 Popayán se sacude con el segundo terremoto de su historia, tanto o más violento que el de 1564. Averiadas subsistieron algunas de las más sólidas construcciones, entre las cuales nuevamente el templo de la Ermita, la Torre del Reloj, el Seminario de la Compañía y parte de los monasterios. La reconstrucción, financiada por las familias más adineradas de la ciudad, duró hasta finales del siglo.
Luego de librar la
batalla de Boyacá, el libertador se instalaría en la hacienda de Japio y Popayán se convertiría en sede de las milicias que seguían combatiendo al ejército que retrocedía hacia el Sur. La independencia de Ecuador, Perú y Bolivia, se constituiría entonces en el mayor desangre económico y humano que hubiera sufrido Popayán a lo largo de su historia.
A finales del siglo XIX el tráfico de comercio por el
Río Magdalena y el Camino de Guanacas se desplazó a Panamá, Buenaventura y Cali, perdiendo Popayán su calidad de centro de distribución mercantil, así como su hegemonía sobre el territorio que integraba el Gran Cauca.
Ya en el siglo XX, la ciudad se vió afectada por la suspensión de los ferrocarriles en la década de los 80, por la conmoción de la industria bancaria y particularmente por la aparición en las cordilleras de grupos subversivos que aún permanecen en ellas. Finalmente, el terremoto que sacudió a la ciudad en 1983 volvió a causar estragos. Nuevamente reconstruida, hoy la ciudad, reconocida por las festividades y procesiones que recorren sus calles en época de Semana Santa, es uno de los principales centros turísticos del país.




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